Primavera tricolor

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Allá por la década de los años treinta del siglo pasado, nuestro país vivía un maduro otoño de libertad e igualdad, pero al cumplir el lustro fue sacudido brutalmente por tormentas de odio y fascismo. Así, nuestro país quedó sumido en un gélido invierno quedando congelados en la funesta oscuridad de la persecución, el miedo y el olvido. El sol comenzó a salir tímidamente hace casi cuatro décadas pero su retraído calor aún no ha traído la primavera. A pesar de habernos devuelto renqueante libertades y derechos, aún tiene que venir la explosión de color de una primavera totalmente florecida y tricolor.

Pero esta primavera no viene sola, hay que luchar por ella sin descanso. No es momento de tomarse la valeriana del conformismo, es hora de cobrarnos las promesas que firmaron los arquitectos de nuestra actual Constitución. Es momento de escribir nuevas, es hora de República.

Es hora de que abordemos una profunda reforma constitucional que adapte nuestra carta magna a los tiempos que corren, que también incluya cambios fiscales, en la ordenación territorial y también sociales como que la sanidad y la educación sean blindados para que nunca nadie pueda recortar en vida o formación. Es hora de que la Jefatura de Estado sea refrendada por todos los hombres y mujeres de nuestro país, de que nuestra Constitución represente a la España de hoy, no la del pasado y sea refrendada por todas  y cada una de las generaciones presentes, es hora de la III República.

También tengamos presente de forma permanente a quienes lucharon por la segunda, por esas miles de personas golpeadas brutalmente por las tormentas de una represión que persiguió, torturó y asesinó. Tenemos que devolver la dignidad a quienes derramaron sangre, sudor y lágrimas por la libertad y la igualdad, por el régimen democrático de la República. Debemos sacarlos del fondo de esas cunetas donde fueron tirados a golpe de fusil, sacarlos de esas tinieblas de olvido y tierra, de arrojar luz a la oscuridad, devolver dignidad a la ignominia y al ultraje. Traigamos el amanecer que por fin acabe con la interminable noche de olvido y humillación.

Necesitamos ese amanecer, esa primavera.

Porque no, no podemos estar satisfechos y no lo estaremos hasta que la libertad en su máxima expresión sea un torrente imparable que nunca nadie nos pueda arrebatar. Hasta que la igualdad sea una realidad inquebrantable en todos y cada uno de los ámbitos, sin excepción. Hasta que la justicia no tenga fisuras y sea para todos y todas igual. No estaremos satisfechos hasta que nazca un nuevo día de la república.

Por ello, es importante seguir caminando hacia delante, no podemos volver atrás. Sobre nuestras espaldas debemos llevar siempre el recuerdo, para no olvidarlo y conscientes de que es parte de un pasado que no ha de volver nunca. Caminemos juntas y juntos hacia esa primavera. No desistamos y dejemos que las enormes dificultades de hoy y de mañana nos hundan en el pozo de la resignación. Nuestra vista llega hasta ese destino que ansiamos alcanzar, podemos ver ese día.

El día en que los hijos, hijas, nietos, nietas e incluso bisnietos y bisnietas de quienes fueron vilmente fusilados tendrán donde dejar flores.

El día en que el país de la desmemoria construirá su recuerdo y devolverá la dignidad de las miles de vidas arrancadas y arruinadas.

El día que este país ahogado y abochornado por la injusticia, la corrupción y  la opresión de quienes roban libertad y derechos desde un lugar privilegiado (tristemente concedido con el consentimiento del voto), se transformará en un oasis de justicia, libertad, igualdad y fraternidad.

El día que la sangre, la alcurnia o la familia dejarán de ser condición para acceder a la Jefatura del Estado. El día en que este país se volverá a poner en pie, voto en mano y bandera tricolor ondeando sin vergüenza,  y traerá una República.

Tengo un sueño, como Martin Luther King, yo sueño con ese día.

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