¿Por qué me voy? Porque el Partido Popular no me deja otra opción

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Hace unos meses por fin pude dar por terminada mi carrera, y puedo decir que con buena media. Tras finalizar esta etapa del camino debería decantarme por una de las numerosas vías que, en teoría, se abren ante mí. ¿Qué dirección he de tomar? Una segunda carrera que me complemente no es mala idea, ¿Grado en Derecho quizás? No estaría mal, de hacerlo en mi universidad me convalidarían muchas asignaturas y en menos de 3 años tendría un segundo título. ¿Un Máster? Especializarme en algo más concreto tampoco es mala idea, el posgrado es un punto que te diferencia respecto al resto de compañeros de promoción. ¿Trabajar? Ese es el sueño de cualquier estudiante que acaba de graduarse, trabajar tras haber estado cuatro años en la universidad dejándose los codos.

Todo suena muy bien, pero en realidad ninguna de esas opciones son viables. ¿Una segunda carrera? El PP la Comunidad de Madrid ha subido más de un 150% las tasas universitarias respecto hace cinco años, y ello se suma a la subida del precio del abono transporte que tendría que comprarme para desplazarme desde Segovia a Madrid  y a la reducción de becas y al endurecimiento de sus requisitos que el PP desde la Moncloa ha impuesto para el curso que viene. Si el año pasado era difícil, ahora es imposible.

¿Un Máster? si una carrera universitaria resulta un lujo inaccesible, un máster es el Ferrari F430 de los estudios superiores y su alto coste está igualmente acompañado de las dificultades que conlleva estudiar una carrera universitaria fuera de la provincia. Es decir, emprender este camino es una utopía.

¿Trabajar? Tras la reforma laboral del PP que facilita el despedido y fomenta los contratos precarios las posibilidades para cualquier joven son reducidas. Y para una recién graduada –o licenciada–, mujer, joven y sin experiencia encontrar un trabajo con 5.977.500 personas desempleadas (633.500 personas ocupadas menos que el año pasado), con un 56,15% de desempleo juvenil, el 27,06% de las mujeres en paro (el 55,95% de las mujeres jóvenes menores de 25 años), y sin previsiones de mejora, no es que sea imposible, es una quimera.

Llevamos toda la vida escuchando a nuestros padres “estudia, sólo tienes que hacer eso y tu futuro estará resuelto”. Mil y una vez nos han hablado de la importancia de nuestra formación, mil y una vez han soñado con vernos graduados y graduadas para poder “respirar” y sentir que han hecho todo lo que podían hacer por nosotros. Los y las jóvenes, por nuestra parte, hemos hecho todo que se esperaba de nosotros. ¿Ahora qué? De los caminos que se nos ofrece en España uno es imposible, otro utópico y el tercero quimérico, una entelequia en su conjunto. En resumen, la juventud de hoy en día, la llamada «generación mejor preparada», tenemos el futuro ennegrecido.

Pero antes de darnos por vencidos, nos queda considerar una última opción: la emigración. Aunque algunas prefieran llamarlo movilidad exterior para dotarlo de levedad, las cosas tienen su nombre, y marcharse del pueblo -o ciudad- al extranjero se llama emigración o, en todo caso, exilio económico. La misma emigración que la de nuestros abuelos y abuelas, aunque resulte triste y decepcionante. Este es el camino que he decidido escoger, al menos de forma temporal -o por lo menos esa es mi esperanza-.

¿El destino? Me da igual, ahora sólo tengo una meta, poder volver. Quizás a mi vuelta haya trabajo, quizás a mi vuelta pueda pagarme la matrícula de Derecho, quizás a mi vuelta pueda empezar el Máster. Pero, por ahora, es eso, un “quizás”. Por ahora, sólo hay una cosa que tengo clara: me voy, y ¿por qué me voy? Porque el Partido Popular no me deja otra opción. Entre precariedad y emigración no tengo otra elección:

good bye

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